sábado, 6 de febrero de 2010

El papel de la ciencia politizada.

Introducción ensayística sobre la política de ciencia y educación en Latinoamérica y Venezuela.

La filosofía latinoamericana del siglo XX, según estudia Sasso (1998), se ha debatido entre un grupo de filósofos de una corriente a la cual podríamos llamar “ortodoxa” o “purista”, y otro grupo que afirma que el desarrollo de la región sólo podría lograrse mediante una corriente más “utilitarista” o contextualizada, generando líneas de acción en el trabajo filosófico, científico y epistemológico, que estén en mayor consonancia con las necesidades y la cultura de los pueblos. Estas corrientes en las que se debate el continente, han influido a todas las corrientes aplicadas, incluyendo a la filosofía de la educación. En un mayor grado, la formación de los hombres y mujeres latinoamericanos está basada en programas de un alto contenido de la corriente purista, esa que orienta hacia una supuesta búsqueda del saber universal, según los cánones de la filosofía occidental de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Por otra parte, la segunda opción planteada en la historia de nuestra filosofía, ha quedado relegada como un dato epistemológico de poco desarrollo, tan sólo mantenido en vida por un pequeño grupo filósofos, sociólogos, científicos y educadores latinoamericanistas.

La primera corriente, alimentada desde la filosofía Europea y Norteamericana, ha generado la orientación marcada de nuestros formadores, grupos científicos, pedagogos, etc., a establecer prioridades de investigación y desarrollo en correspondencia con la realidad que rige aquellos países y no los nuestros. A su vez, la educación ha estado regida por la formación de ciudadanos no identificados con sus problemas cercanos, muchas veces escépticos, desvinculados y poco creativos ante las exigencias de su sociedad. Los gobiernos regionales de la segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica, fueron garantes de las políticas educativas foráneas impulsadas por los países desarrollados económicamente, por ser consideradas como “superiores”, dejando de lado la propuesta de orientación nacionalista. Los países que imponían su tesis a nuestros pueblos, incorporaban en su propaganda de venta el hecho de la ciencia “universal” y “apolítica”, desarrollando todo un sistema de acciones para implantar la hegemonía de su sistema; dicho de otro modo, incorporando una política de dominio a través de la ciencia. A esta ciencia politizada, los academicistas no hacían referencia, asumiendo como verdades sus axiomas más recalcitrantes y aduciendo que sus investigaciones siempre estaban orientadas al saber, que la academia era independiente de la política.

La transformación de la realidad continental del siglo XXI, ha demostrado la importancia de un desarrollo científico y tecnológico, educativo y formativo, integral y complejo, ajustado a las políticas de desarrollo de nuestros países. Las líneas estratégicas, incorporan a la educación como asiento del desarrollo político de las naciones hoy en día, rescatando aquel grupo filosófico ignorado a finales del siglo pasado, por no estar ajustados a los dictámenes del sistema extranjero y “transreal”. El filósofo argentino Oscar Varsavsky, incorporó en aquella etapa histórica del continente el concepto de científico rebelde y de ciencia politizada, actualmente de una vigencia suscitada por la actual visión política en nuestras sociedades. En ese orden de ideas, Varsavsky (1969), refirió que: “La misión del científico rebelde es estudiar con toda seriedad y usando todas las armas de la ciencia, los problemas del cambio de sistema social, en todas sus etapas y en todos sus aspectos, teóricos y prácticos. Esto es, hacer ciencia politizada”, advirtiendo la lejanía que existe de este concepto al de desarrollismo y, añadimos ahora, al utilitarismo mencionado anteriormente entre comillas, despreciado y calificado como filosofía obsoleta por los academicistas. La política de ciencia está orientada hacia la promoción de investigación propia y crítica en nuestros países, hacia el desarrollo de ciencia y tecnología que brinden aportes directos al desarrollo social y al incremento del bienestar de la población, enmarcándose en una fuerte corriente humanista, que recorre al continente de sur a norte. Esta corriente igualmente, está afectando a la filosofía de la educación, la cual vira hacia programas de formación integral, compleja y pertinente con la realidad hacia la nueva corriente en construcción: la filosofía latinoamericanista antes olvidada. La incorporación del humanismo en la ciencia, desde la visión del pensamiento complejo, a través de la transdiciplinaridad e interdiciplinaridad, constituye al conocimiento como el valor agregado fundamental para la generación de bienes y servicios, como refieren Calva y otros (2009), constituyendo al saber como principal elemento del desarrollo sostenido.

El caso particular de Venezuela, dentro del eje de transformación latinoamericana, la nueva filosofía se fundamenta en estudio y los trabajos de Simón Rodríguez, las políticas educativas de Simón Bolívar y las ideas académicas de Andrés Bello, estudiadas por autores como: Prieto Figueroa, Picón Salas, entre otros. Las directrices del Plan Socialista nacional “Simón Bolívar”, el primer documento de planificación nacional realizado en la historia del país, enmarca estos principios y los contextualiza en la realidad actual y futura del país, introduciendo la educación socialista con fundamentos humanistas y éticos, como el eje de acción fundamental de la nueva república, entendiendo como base de la nación la formación de los nuevos republicanos. Está en nosotros la aplicación de las líneas políticas de la educación revolucionaria, de corriente humanista y con principios de bienestar social. La ciencia politizada antes acérrimamente criticada, se convierte hoy en un mecanismo a accionar que nos orienta en la aplicación y desarrollo de éstos lineamientos de planificación nacional. Así mismo, la formación de los profesionales que van a desarrollar las acciones de país, se enmarca en los fundamentos socialistas; por lo cual, la docencia nacional será la que marque la pauta en la preparación de los nuevos hacedores de ciencia, tecnología, cultura y academia, que pueda orientar a nuestras instituciones a responder a las necesidades de la situación de Venezuela y del continente.



Referencias bibliográficas.

Sasso, Javier. (1998). La filosofía latinoamericana y las construcciones de su historia. Caracas: Monte Ávila.

Varsavsky, Oscar. (1969). Ciencia, política y cientificismo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Calva Cavaría, P.; Pérez Cabrera, G.; Gutiérrez Aranzeta, C. (2009). Experiencia en la implantación de un modelo educativo por investigación en una institución de educación superior. Revista Iberoamericana de educación [Revista en línea], Disponible: http://www.rieoei.org/boletin48_5.htm [Consulta: 2010, enero 30]



Engel Salazar Aguirre.
Febrero de 2010